martes
Me levanté y di un paso atrás. Había olvidado lo mucho que le quería, lo mucho que me gustaba aquella sonrisa y aquellos ojos, lo mucho que había echado de menos estar cerca de él. Él, sin embargo, se acercó a mí y, sin dejar de sonreír, me abrazó.
- ¡Qué ganas tenía de verte! -dijo al tiempo que su mano me acariciaba el pelo.
Su voz sonaba efusiva, demasiado, y cuando me besó en la mejilla pude notar el olor a alcohol. Se separó un poco de mí, pero agarró mis manos, con fuerza. Yo no era capaz de mirarle a los ojos.
- ¡Ey! ¿Qué te pasa?¿Estás bien? O me vas a decir que no tenías ganas de verme...
Compuse una sonrisa forzada y solté sus manos. Pero él agarró mi cara y, de repente, me besó. Cerré los ojos, sorprendida, enamorada, ilusionada... Pero al darme cuenta de lo que me estaba pasando, me separé de él y eché a andar hacia el lado contrario.
- ¡Irene, oye, qué haces!
Aceleré el paso pero él, claramente más rápido me alcanzó.
- Oye, no te entiendo, dijiste que me querías, que estabas enamorada de mí, y ahora ¿te rajas?
Estaba temblando. No sabía que hacer, si ignorarle o explicárselo. Estaba entre la espada y la pared.
- Joder, ¿quieres por lo menos mirarme a la cara?
Me giré y, después de un año, le miré a los ojos.
- ¡Es que eres imbécil! Joder, has bebido, no sabes lo que haces y mañana cuando te despiertes ni siquiera recordarás haberme visto... No puedes pretender que después de lo que siento me dejé utilizar de esta manera. No quiero entrar en este juego, no quiero seguir sufriendo.
Le di la espalda y seguí caminando. Pero él me agarró la mano y me hizo mirarle.
- Escúchame: no te he besado porque esté borracho. Te he besado por que, joder, estaba deseando hacerlo, porque me moría de ganas de verte y no sabía qué hacer para decírtelo; llevo mucho tiempo esperando este momento, creeme.
- No digas eso. No es verdad. Estás diciendo esto porque únicamente necesitas una tía a la que tomarle el pelo, alguien que te consuele esta noche. Pero sabes, estoy harta. Y aunque me estoy muriendo de ganas de que vuelvas a besarme, aunque desearía con todo mi corazón que esto que me acabas de decir fuera verdad, no lo es. Y no puedes jugar conmigo, no es justo.
Se quedó callado, mirándome. Pude leer la vergüenza en sus ojos.
- Te juro que te quiero, Irene.
Se me empañaron los ojos.
- Me quieres esta noche, mañana te habrás olvidado de mi nombre.
domingo
Llevo casi un año pensando en cual sería la mejor forma de despedirme del 2010. Casi 12 meses, 52 semanas y 365 días. Y he dedicado al menos una hora de cada día de este 2010 a intentar imaginar otro año sin ti. Otro comienzo de año sin recibir un 'Feliz año', otra comienzo sabiendo que no voy a volver a ver esos rizos dorados, esa sonrisa que hacía que mi respiración se cortase; otro comienzo de año sabiendo que nunca me vas a volver a mirar con tus ojos azules. Cada día he sentido un pinchazo en el corazón por culpa de esos recuerdos, he derramado lágrimas, he querido borrarte, he intentado odiarte, y he llegado incluso a pensar en irme lejos. Pero ninguna de esas cosas han hecho que deje de quererte. Así que comenzaré otro año más, en mi casa, con mis doce lacasitos, mi familia gritando y felicitando el año, y yo miraré por la ventana al primer minuto del día uno de enero de este año que viene, y volveré a pedir despertarme a tu lado, oliendo tu perfume, con tus brazos rodeándome y susurrándome con esa voz que hacía que mi piel se erizara: "Tranquila, ahora ya soy todo tuyo".
miércoles
domingo
Se dirigió hacia su sitio mientras mi mirada le seguía, recorriéndole de arriba abajo, recordando aquellos momentos que, diez años atrás habíamos pasado. Todavía me dolía pensar en aquel verano que habíamos pasado juntos, el mejor verano de mi vida, el verano en el que me había enamorado por primera vez.
Cuando se sentó, una de las camareras se le acercó y el le pidió lo de siempre: café con leche y napolitana. La camarera, alta, rubia y llena de curvas, no dejó de lanzarle insinuantes miradas, pero él parecía no inmutarse. Como siempre, sacó su ordenador y, al cabo de dos minutos, parpadeó en mi portátil el chat. Volvíamos al juego de cada miércoles.
- ¿Qué te pasó el miércoles pasado? Te eché de menos... - Me escribió.
Se me encogió el corazón. Mi padre había muerto hacía una semana, y por eso había faltado a nuestra "cita" de siempre.
- No me pasó nada -tecleé- simplemente no me apetecía venir.
- No me lo creo.
"No quiero que lo hagas." pensé. Me di la vuelta para mirar hacia su mesa. Él hacía lo mismo. Me miraba sonriendo, con aquella sonrisa que tanto me gustaba y que aún seguía grabada en mi mente a fuego. Su pelo estaba más corto y más oscuro, debido a la falta de sol, pero aún conservaba sus divertidos rizos de color rubio. Y sus ojos... aquellos ojos azules que se clavaban en los míos y que me hacían perder el control. Aquellos ojos azules en los que tantas noches me había perdido. Los ojos azules de los que me había enamorado con diecisiete años y que, diez años después, aún imaginaba que estaban a mi lado.
Volví a mi ordenador, intentando disimular el dolor que me producía recordar lo intenso que podía ser el amor de dos jóvenes de diecisiete años.
Diecisiete años... El verano de 2009, mi último campamento de verano. Lo recordaba como si hubiera sido ayer. Le conocí la primera mañana, mientras estábamos en la playa haciendo las pruebas de natación. Sentados en la arena, empezamos a hablar. Era simpático, muy simpático. Siempre bromeaba, y no sé que tenía, pero siempre conseguía sacarme una sonrisa. Y no sólo eso, sabía escuchar. En un mes fue la persona que más me ayudó y escuchó. Siempre aconsejándome bien, siempre intentando ayudarme, y siempre con esa sonrisa dibujada en su cara.
Sólo había sido un mes, pero había sido un mes maravilloso, nuestro mes, nuestro verano, nuestro primer amor de verano. Una relación efímera, pero intensa, llena de besos, caricias y abrazos pero también de discusiones que, al final, siempre acababan en otro beso. Un amor de dos adolescentes.
Mis ojos se empañaron y parpadeé para contener las lágrimas. No había dejado de quererle. En esos diez años, ni un día había dejado de pensar en él. No había olvidado aquellas frases que, escondidos entre las sábanas nos habíamos susurrado; no había olvidado las tardes tumbados en la arena, mirándonos el uno al otro, sin decir absolutamente nada; no había olvidado que había sido el primer chico del que me había enamorado, porque le había querido demasiado...
Había sido la persona más importante para mi durante mucho tiempo pero ahora... Ahora ya no era nadie para mi. Cerré mi ordenador, saqué el dinero y lo dejé sobre la mesa. Me levanté de mi sitio y, sin mirar atrás salí de la cafetería.
En la calle llovía y el viento azotaba con fuerza en los cristales de todos los locales. Respiré profundamente y me eché a caminar. Cuando llegué al final de la cristalera de la cafetería, eche una mirada al interior de la cafetería. Desde su sitio, me miraba con sus ojos azules, interrogante. Le sonreí y él hizo un amago de levantarse, pero negué con la cabeza.
Ya se había acabado. Ya no volverían los miércoles a las doce, ni el verano del 2009, ni los ojos azules... Le dije adiós con la mano y seguí caminando, sin mirar atrás, para olvidar, por fin, aquello que ya nunca volvería a ser.
sábado
Alargó su mano y la apoyó sobre la mía. Le miré interrogante.
- ¿De qué hablas?
Sonrió. Como siempre, se me paró el corazón.
- ¿Recuerdas cuando las Navidades pasadas me dijiste lo que sentías por mí...? -dejó la pregunta en el aire.
Agaché la cabeza, sonrojándome. Claro que me acordaba, y era un recuerdo que me hacía muchísimo daño.
- En aquel momento pensé que no me importaba nada lo que tú sintieses, y así fue hasta que en verano, vi esas fotos que tenías con un tío... Quise pegarle una paliza.
Le miré, abriendo mucho los ojos.
- ¿Y eso por qué? Tú estabas con tu novia, ¿no? Y se supone que daba igual que yo estuviera enamorada de ti...
Se rió y sacudió la cabeza.
- Eso mismo pensé yo. Pero en aquel momento, me paré a pensar, en aquellas dos semanas que habíamos pasado juntos, todo lo que habíamos compartido... Y me di cuenta de que no quería perderte.
Se acercó a mí.
- Ahora lo sé, he tardado un año en darme cuenta, pero ahora sé que, pase lo que pase, quiero estar contigo. Y es por que te quiero.
Acercó su rostro al mío y, después de tanto tiempo, me besó. Y fue lo único que me importó, a pesar de que sabía que aquello era sólo un sueño y que, en cuanto nos separasemos, todo desaparecería, y nada de eso habría sido real.
- Feliz cumpleaños, con un par de meses de atraso -sonrió.
Y entonces, me desperté.
martes
viernes
“Gracias por curarme de mi ridícula obsesión por el amor.”
miércoles
- Sí. Cuando tu tío me echó yo...
- ¡¿Qué?! ¿Que te echó? ¿No llegasteis a...?
- ¿Por qué te sonríes?
- ¡Porque no pasó nada!¡Todo esto es por nada!
- No, no es por nada, no lo hice, ¡pero lo habría hecho!
> Quiero lo que tienen Dorota y Vanya: amor de verdad. Amor puro y simple.
- Te aburrirías a los cinco minutos.
- Mejor aburrida que avergonzada de mi misma.
> Haría cualquier cosa por ti, pero ¿y si eso es malo?. Nunca pensé que fuera posible querer demasiado a alguien pero puede que sí. No me gusta en lo que me he convertido.
- Espera, Blair, no me dejes tirado, tenemos que llegar hasta el final.
- Éste es el final, Chuck.
jueves
lunes
viernes
jueves
viernes
martes
¿Hay algún sentimiento que no hayas experimentado?
jueves
-Tenemos que hablar.
Lo soltó así. De repente. Sin ningún motivo. Después de no habernos visto en diez meses había tenido la “buena” suerte de encontrarme con él. Y había insistido en hablar conmigo. ¿De qué? Eso es algo que nunca entenderé.
Levanté la vista y le miré fijamente. Sus ojos azules despedían un brillo extraño… vergüenza. Sí, eso es lo único que veía.
-No sé de qué quieres hablar-quizás fui muy brusca, pero estaba enfadada, muy enfadada.
Él río nervioso y se acercó a mí. Tenía las manos escondidas en los bolsillos y se miraba a los pies. Estaba histérico.
-No me lo pongas más difícil, por favor- me miró una vez más con sus malditos ojos azules.
Aparté la mirada y me crucé de brazos. Me pareció ver como sonreía y dio otro paso hacia mí, al tiempo que, con sus manos, me hacía girar la cara.
-Es algo serio,- sus ojos azules se clavaron en los míos. No recordaba lo mucho que me gustaban…- así que mírame a los ojos por una vez.
Tragué saliva. Él resopló.
-Mira, ya sé que ha pasado mucho tiempo desde que tú…
-Diez meses –le interrumpí de forma cortante.
-Está bien, han pasado diez meses. Diez meses desde que la última vez que te vi, diez meses desde que me dijiste que estabas enamorada de mí, diez meses desde que cada mañana, al despertarme pienso en ti, en cómo estarás, en si me seguirás queriendo o me odiarás…
Seguía mirándome a los ojos mientras yo enrojecía.
-Lo siento. Lo siento muchísimo. Está bien, no me di cuenta de que al evitarte te hacía daño. Sólo pensé en mi mismo, pero ahora es distinto. Me he dado cuenta de muchas cosas durante todos estos meses.
“Eres un idiota, eres un idiota, un maldito y desgraciado idiota que me partió el corazón.” Me repetía a mi misma.
-Han pasado diez meses, sí. Y han sido los peores diez meses de mi vida porque tú no has estado a mi lado.
Levanté la cabeza y le miré. Y por fin, después de tanto tiempo, vi en sus ojos azules lo que había deseado ver hacía tiempo.
-Te quiero. Me ha costado entenderlo y, sobre todo, me ha costado decírtelo, pero es la pura verdad: estoy enamorado de ti.
Ahora era yo la que no sabía cómo reaccionar. Me quedé parada, perpleja, mirándole fijamente a los ojos, a aquellos ojitos azules que me miraban esperando una respuesta. Por dentro me sentía feliz, quería besarle, abrazarle y no separarme de él nunca más. Pero mi orgullo era más fuerte que todo aquello.
- ¿Y qué quieres decir con eso, eh? ¿Te crees que todo es tan fácil? ¿Qué ahora vienes y me dices “te quiero, estoy enamorado de ti” y yo me voy a tirar a tus brazos? Las cosas no son así.
Me di la vuelta, dispuesta a marcharme, pero él me agarró el brazo, reteniéndome.
-Por eso te quiero.
Le miré.
-Te quiero porque eres tú misma, porque eres más fuerte que todo esto; te quiero porque en estos momentos estás deseando besarme, y por tu maldito orgullo lo estás evitando a toda costa; te quiero porque, cuando te ríes, parece que una parte del mundo, aunque sea muy pequeña, es mejor. Te quiero porque eres pura magia, porque eres la mejor persona que he conocido nunca. Estoy loco por ti.
Por una vez sonó sincero. Me acerqué a él y le abracé, le abracé tan fuerte que parecía que nos quedaríamos así siempre. Nunca había imaginado que, por fin, aquellos ojos azules me iban a querer a mí. Y ahora eran míos, al fin, mis ojos azules estaban a mi lado.
martes
lunes
Jeux d'enfants
jueves
Después de dos horas de beber y reír, notaba el alcohol fluyendo de arriba abajo. Lo notaba palpitar en mis venas. Me sentía eufórica y eléctrica. Tenía ganas de reír, de gritar, de saltar, de cantar… Pero sobre todo, tenía ganas, muchísimas ganas de él. Saqué el móvil del bolsillo y busqué su nombre en la agenda. La respiración se me cortó. ¿Qué debía hacer?. Sabía lo que me jugaba llamándole, sabía que volvería a caer, que otra vez aquello que me había llevado tantos meses esconder volvería a aparecer, sabía que oír su voz sólo me haría daño… Pero aún así, las ganas vencieron mi pequeña muralla. Pi, pi, pi… El teléfono conectó y de pronto… “¿Diga?”. Colgué. Sólo había sido una palabra. Un segundo. Pero ya había conseguido hacer que mi corazón acelerase aún más el ritmo. Guardé el móvil en el bolsillo y di un trago más del vodka con limón que sostenía con la otra mano.
Y de repente allí estaba. Quieto, frente a mí, y sujetando el móvil a la altura de la oreja. Y, oh Dios, estaba tal y como le recordaba. Su pelo estaba un poco más corto y oscuro, pero seguía manteniendo aquellos divertidos bucles trigueños. Había crecido un par de centímetros e incluso su cara parecía más adulta. Y sus ojos… aquellos ojos azules que me miraban con incertidumbre. Por un momento ambos nos quedamos quietos. Yo no sabía qué hacer, qué decir, cómo actuar… Fue él quien tomó la iniciativa. Avanzó hacia mí y se paró apenas unos centímetros cerca de mí. Noté como mis ojos se empañaban en lágrimas. Intentaba contenerlas. No podía llorar, tenía que ser fuerte. Pero no lo fui. Solté el vaso y me llevé las manos a la cara. Y comencé a llorar, no sé muy bien por qué, pero lloré como nunca antes… Oí como su respiración se aceleraba y entonces, con dulzura, apartó mis manos, me agarró el rostro con ambas manos y, por primera vez en diez meses me besó. Y fue el mejor beso de toda mi vida. Me dejé llevar, me perdí en aquel beso, en nuestro beso, bebiendo de él. Me abrazó con fuerza y yo le acaricié el pelo, enterrando los dedos en sus rizos. No puedo describir cómo me sentí.
Pero él se separó, se separó con brusquedad y sequedad. Se dio la vuelta, dándome la espalda.
-Esto es todo lo que puedo darte. No esperes nada más de mí. Deberías haber entendido que nunca seré tuyo.
Se giró para mirarme por última vez, me miró con sus ojos azules, y por primera vez, no vi en ellos la belleza que siempre había creído ver; lo que vi fue que, aquellos ojos azules, no estaban dispuestos a estar a mi lado, nunca.
lunes
Te quiero porque cada vez que me miras con tus ojos azules siento que podría perderme en ellos para siempre; te quiero porque con sólo verte feliz, yo lo seré siempre; te quiero porque me rechazaste; te quiero desde hace un año, y soy tan idiota que creo que algún día vas a volver; te quiero por todo esto y más, porque tú eres mis ojos azules, eres mi guinda en un pastel, mi leche con cola-cao, mis suspiros y mis sueños. Y no soy capaz de dejar de querer a esos ojos azules, no puedo.
viernes
miércoles
-Hola.
Esperé a que dijese algo más, pero de su boca no salió nada más que un leve suspiro. Agarró el columpio vacío y se sentó, quieto, con la vergüenza reflejada en su semblante.
-Hola- le respondí amablemente-. ¿Qué haces aquí? Pensaba que habías dicho que no te gustaban los parques.
No respondió. Permaneció quieto, con el rostro colorado y mirándose los pies. Me levanté del columpio y caminé hacia la salida del parque. Su mano agarró mi brazo con fuerza, reteniéndome.
-No te vayas- su voz sonó suplicante.
-Es tarde, está oscureciendo y me queda una hora de camino hasta casa.
No me soltó el brazo, me agarró con más firmeza, se levantó del columpio, y aferrándose a él aún tenazmente, me hizo dar la vuelta.
-Quería hablar contigo- dijo mirándome a los ojos, y ruborizándose cada vez más.
Aparté la mirada. Temí que aquel rostro que tanto quería pudiera hacerme daño.
-¿Y de qué querías hablar? -pregunté intentando contener las lágrimas.
Titubeó un momento, pero tras esa pausa me soltó el brazo y con ambas manos tomó mi rostro, alzándolo para poder mirarme a los ojos. Parpadeé para impedir las lágrimas; no quería que me viese llorar. Él no.
-Quería hablar de nosotros -respondió a mi curiosidad con su suave voz, pronunciando 'nosotros' con mucho énfasis-, de lo que tú sientes por mí, y de... de lo que yo siento por ti.
Me las arreglé para apartar la mirada y agaché la vista, dejándola perdida mirando hacia al suelo.
- Sé que te he hecho mucho daño. Me he comportado fatal, te he avergonzado y te he herido, pero, por favor, quiero que me escuches.
Seguí mirando al suelo, pero asentí levemente. Oí cómo tomaba aire y lo soltaba. Estaba nervioso.
- Desde que te vi, siempre me has gustado, desde aquella primera vez que hablamos. Cuando estaba contigo era como estar en una nube, contigo siento que puedo ser yo mismo, que puedo ser quien de verdad quiero ser. Nunca quise hacerte daño, de verdad, nunca. Y sé que no te merezco, sé que soy un mierdas por haberte hecho tanto daño, pero de verdad, te quiero. Te quiero como nunca he querido a nadie.
Soltó todo aquello que durante mucho tiempo se había guardado dentro. No le miré a la cara, no pude contener las lágrimas que empezaron a caer por mis mejillas. No dije nada, me quedé callada, llorando en silencio, asimilando aquello que siempre había deseado escuchar de sus labios. Entonces noté cómo se acercaba a mí, cómo me rodeaba con su brazos y me apretaba contra su pecho. Me abrazó, y apoyó su cabeza sobre mi hombro.
- ¿Lo ves? No tengo derecho a pedirte que me quieras. No soy perfecto, no soy para ti, soy una porquería.
No pude soportar oírle decir todo aquello, le aparté suavemente y busqué sus ojos con los míos. Una vez más, me perdí en aquellos ojos azules que tanto quería, unos ojos que me habían hecho sufrir como nunca. En esa mirada, ambos expresamos todo lo que nunca habíamos sido capaces de decir, no hacían falta palabras, porque ya sabíamos todo. Me cogió el rostro y con mucho cuidado, me besó, con dulzura, con cariño, con amor. Nos separamos y él me abrazó de nuevo. Acerqué mis labios a su oído y muy bajito le susurré:
- ¿Sabes qué?
- Dime.
- Me gustan las cosas imperfectas.
lunes
Allie pensaba en lo mismo. sintó la calidez de sus manos y las imaginó tocando su cuerpo, acariciándola entera, recreándose en su piel. La sola idea la hizo respirar hondo; sintió un hormigueo en los pezones y un calor nuevo entre las piernas.
Entonces comprendió que algo había cambiado desde su llegada. Aunque no podía precisar el momento en que había comenzado - el día anterior después de la cena, aquella misma tarde en la canoa, acaso cuando habían visto los cisnes o ahora, mientras caminaban cogidos de la mano- supo que había vuelto a enamorarse de Noah Taylor Calhoun, o que quizá, sólo quizá, nunca había dejado de quererlo.
martes
Por fin, después de un año, ha conseguido lo que más ansiaba: tenerlo para ella sola. Él la besa, una y otra vez, con ganas, con pasión, con necesidad. Ella se abandona, se deja amar, se entrega a él. Nunca había sido tan feliz.
La noche se va haciendo más y más profunda, hasta que finalmente, él se duerme. La luz de la luna ilumina tenuemente la habitación. Ella se incorpora y lo observa. ¡Qué feliz es!. Y cuanto lo quiere, más que a nadie. Sonríe y se acurruca a su lado, abrazándolo con fuerza, sintiendo su presencia hasta que se duerme.
Comienza a amanecer; el sol filtra sus rayos por la ventana, dotando a la habitación de luz natural. Ella entreabre los ojos y mira a su lado. Pero no hay nadie. Se incorpora rápidamente y palpa la cama. “¿Dónde está?¿dónde se ha metido?”.
Se levanta de la cama y comienza a vestirse cuando él entra en la habitación. Vestido con unos vaqueros cortos, sin camiseta, sus rizos castaños despeinados y con un brick de leche en la mano. La mira fijamente, con sus ojos azules. Y ella siente que se muere de amor, y se levanta, dispuesta a besarle con todas las ganas y la pasión posible.
Pero él se aparta. Un paso hacia atrás. Una mirada interrogante.
-¿Qué haces?
-Darte los buenos días… -murmura ella.
-Ya, pues no quiero tus buenos días. Y vístete anda, que tengo que ir a clase-responde él saliendo por la puerta.
Y allí se queda ella, sola, destrozada, las lágrimas asomando en sus ojos, la cara descompuesta. Pero no va a quedar así. Le sigue hasta la cocina.
-Pero, ¿tú de qué vas? Me llamas ayer, me dices que me necesitas, que tienes que verme, que me echas de menos… Y yo vengo, y tú… tú me besas y me abrazas, y otra vez me repites que necesitas que esté contigo, y… lo de anoche… -nota como las lágrimas quieren escapar de sus ojos.
Él la mira fríamente. Sus ojos azules clavados en ella.
-Lo de anoche fue sólo un polvo. No hay nada más. Tú no significas nada para mí. Simplemente tenía ganas de acostarme con alguien, y sabía que tú acudirías corriendo.
Y ella le cree, le cree por que le mira a los ojos, y ve que allí no hay rastro de aquel supuesto amor que anoche había, sólo ve indiferencia. Y no puede aguantarlo, y rompe a llorar. Le grita, le insulta, le golpea… Cae al suelo, débil, siente un fuerte dolor en el pecho. No puede soportarlo. Todo lo que había ocurrido anoche para ella había sido algo mágico. Pero estaba equivocada. Había sido todo una mentira. Había creído ser alguien importante para él. Pero sólo era una más, una estúpida chica dentro de su gran colección de mentiras.
sábado
(Últimamente, no dejo de pensar en tus ojos azules, lo siento.)
martes
domingo
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
-No, no es eso -repliqué-. Sólo es que es la primera vez que alguien me dice una cosa así.
Casi me detuve allí, consciente de que si mantenía las palabras en mi interior, el momento mágico pasaría y podría salir airoso sin expresar mis verdaderos sentimientos.
-No sabes lo mucho que estos últimos días han significado para mí-empecé a decir-. Conocerte ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. –Dudé, sabiendo que si me detenía en ese momento, ya nunca sería capaz de continuar-. Te quiero –susurré.
Siempre había imaginado que costaría mucho decir esas dos palabras juntas, pero no fue así. En toda mi vida no había estado tan seguro de mis sentimientos, y aunque esperaba que algún día pudiera oír de la boca de Savannah las mismas palabras dedicadas a mí, lo que más me importaba era saber que era yo el que había decidido amarla, sin ataduras ni ilusiones.
En la calle, la brisa empezaba a refrescar, y podía ver cómo los charcos de agua brillaban bajo la luz de la luna. Las nubes se habían empezado a disipar, y entre ellas, alguna estrella se atrevía a titilar tímidamente, como si quisiera conmemorar lo que acababa de admitir.
-¿Alguna vez te imaginaste algo así? –me preguntó-. ¿Tú y yo me refiero?
-No.
-Me da un poco de miedo.
Mi estómago dio un vuelco, y de pronto tuve la certeza de que ella no sentía lo mismo que yo.
-No tienes que decirme que me quieres -empecé a decir-. No lo he dicho por eso…
-Lo sé –me interrumpió-. No lo comprendes. No tengo miedo de lo que me acabas de decir. Tengo miedo porque yo quería confesarte lo mismo: te quiero, John.
Incluso ahora, todavía no estoy seguro de cómo sucedió. En un instante estábamos hablando, y al momento siguiente ella se inclinó hacia mí. Y cuando sus labios sellaron los míos, supe que podría vivir hasta cumplir los cien años y visitar todos los países del mundo, pero que nada se podría comparar con ese preciso instante, cuando, por primera vez, besé a la chica de mis sueños y supe que mi amor por ella nunca tendría fin.
viernes
- ¿Quedarme contigo? ¿Para qué? Míranos, ya estamos peleando.
- Pues eso es lo que hacemos. Peleamos. Tú me dices cuando soy un hijo de puta arrogante y yo te digo cuando eres una pesada insoportable. Lo cual eres 99% del tiempo. No me importa insultarte. Me lo devuelves al instante, y regresas a hacer la misma cagada.
- Entonces, ¿qué?
- Así que no será fácil, será difícil. Y tendremos que echarle ganas cada día, pero quiero hacerlo, porque te quiero. Quiero todo de ti, para siempre, tú y yo, cada día. ¿Harás algo por mí? ¿Por favor? Imagina tu vida dentro de 30 o 40 años . Si es ese tipo, pues, vete. Vete. Te perdí una vez, creo que lo podría hacer de nuevo si supiera que es lo que realmente quieres. Pero no tomes el camino más fácil.
lunes
domingo
De vez en cuando sufro de ese exceso relativo, la verdad es rico sentirlo y vivirlo, en algún momento de la noche... Mandar todo a la mierda, todo con bebidas y poquito de droga para calmar las penas, los pesares y las angustias. Con la diferencia que ahora lo hago por placer, como cualquier otra cosa que se me de la gana; antes lo hacía contra mi misma y sin consecuencias. Porque alguien llego, alguien inesperado (como todos sus actos), para quedarse y protegerme, era como un príncipe azul, pero más despreocupado y más desinhibido .
Con el aprendí a amar y el aprendió a amar conmigo; eso ya no no lo cambio, él es mi heroína y adrenalina, mi alcohol y mi nicotina, cada vez que me besa me vuelve más adicta, no necesito rehabilitación, porque el me puede rehabilitar, dándome más y más adicciones... hasta ya no poder más.
La base de lo que Ayn Rand denominaba egoísmo razonable. La necesidad de pensar de vez en cuando en uno mismo para conseguir el equilibrio personal. La necesidad de hacerte valer para que los demás te valoren. De tener la valentía de mostrar tus sentimientos sin juzgar y sin miedo a ser juzgado. De defender como de verdad es uno por encima de lo que piensen los demás. La necesidad de ser simplemente feliz, sin dar explicaciones a nadie, sean cuales sean las consecuencias.
martes
- No te pongas triste, yo nunca dejaré que te caigas.
— A tantos como mujeres tú recuerdas.
— No te vayas.
— Pero si ni no me he movido.
— Dime algo bonito.
— Claro. ¿Qué deseas oir?
— Miénteme. Dime que me has esperado durante todos estos años
— Todos estos años te he esperado
— Y que habrías muerto si no hubiese venido
— Habría muerto si no hubieses venido
— Dime que me quieres como yo te quiero a tí
— Te quiero como tú me quieres a mi
— Gracias, muchísimas gracias.
domingo
-A mí me gustaría.
sábado
jueves
Tú y yo... Tres metros sobre el cielo
-Intentando olvidarte, o perdonarte...
-¿Lo has logrado?
-No.
-¿Algún día lo lograras?
-No.
-¿Por qué?
-Olvidar a una de las personas mas importantes de tu vida es imposible, aunque ahora, según dicen, existen pastillas para olvidar... ¿Y perdonarte? ¿cómo? ¿cómo perdonas a alguien en la que tenias toda tu confianza depositada? ¡Me defraudaste!
-¿Pastillas? ¡¿Estás loca?! ¿Harías esa locura?
-Hice más locuras por ti... y sigo viva; empiezo a pensar que soy inmune.
miércoles
La miro. Me quedo en silencio. Después asiento y sonrío. Ella querría devolverme la sonrisa, pero otra oleada de dolor le hace cerrar los ojos. Esta vez, más rato. Le cojo la mano. Ella me la aprieta con fuerza, con una fuerza inesperada. Después suelta la presa y vuelve a abrir los ojos, y cansada, más cansada que antes, esboza una sonrisa.
- ... No lo sé. Puede que hace algún tiempo sí, puesto que quería impresionar y destacar, pero creo que ya no.
- ¿Por qué?
- Por que yo soy como soy, y nada ni nadie lo va a cambiar. Yo voy a ser siempre la misma persona alegre, divertida, con ganas de sonreír siempre, con las mismas aificiones, con los mismos sueños, siempre voy a tener el mismo físico, por más dietas que haga, siempre voy a ser así. Me gusta tirarme durante toda la tarde en el sofá sabiendo que al día siguiente puedo volver a hacerlo o simplemente ver películas todo el día y, aunque sean estúpidas, llorar por que hay algo en ellas que me emociona. Me gusta el chocolate y el pan, sonreír y cantar desafinando, las pizzas y hacer rabiar a mi hermana. Soy así, no hay nadie escondido detrás de mí. No soy perfecta ni de lejos, más bien al contrario. No tengo un cuerpo perfecto, ni un pelo rubio y sedoso, no tengo los ojos azules, los tengo marrones y pequeños, tengo los pies planos y soy muy torpe, pero ¿y qué?. Yo soy así, y por más que la gente se empeñe en cambiarme, nunca lo van a hacer. Puede que esté gorda, que sea una vaga, que no sea guapa, claro que sí, pero yo estoy segura de quien soy, no finjo ser otra persona o imito a los demás. No, eso no va conmigo. Yo soy yo misma, con mis pros y mis contras. Pero soy yo. Y lo voy a ser siempre. Así que, no, no me importa lo que la gente piense sobre mí, por qué si tienen el valor de criticarme, de insultarme o de decir que tengo que cambiar, es que ellos tienen un problema consigo mismos, por qué no están seguros de nada.
Si, al fin y al cabo, todos somos diferentes, y eso es lo que nos hace especiales.
sábado
-¿Qué te pasa? -le pregunto.
Él me sonríe y llora. Y se ríe. Y llora.
-Es que... nunca pensé... que por fin te iba a encontrar. Llevaba tanto tiempo imaginándote, soñando contigo... que pensé que nunca ibas a aparecer... Y por fin ahora estás aquí...
Me coge las manos suavemente y me las besa.
-Estoy aquí. Estoy aquí. No me pienso ir.
Lo tranquilizo y él se acerca a mi. Puedo oler su perfume, sus labios rosados están a unos centímetros de los míos, y sus ojos clavados sobre mí.
- No te dejaré escapar. Nunca.
Y con ternura, me besa. Así de sencillo, así de simple es el amor, una mirada, un gesto, una caricia, un abrazo, un beso... No hace falta mucho, sólo que sen dos, dos y el amor, ese amor que surja de los dos, tan travieso y curioso.
jueves
-Y ahora, ¿de qué tienes miedo?
-Tengo miedo de que nunca me quieras cómo yo te quiero, miedo de que te vayas y nunca te vuelva a ver, miedo a decirte esto y tú me tomes por una niña, miedo a que me rechaces, miedo a mirarte a los ojos, miedo a que me sueltes la mano y todo se me venga abajo.
-No te preocupes, yo nunca te soltaré la mano.
-Necesito saber porque me quieres.
-¿Por qué te quiero?
-Quiero fiarme de ti cuando dices esas palabras; es posible que si sé porqué no vuelva a asustarme que tú me las digas o decirlas yo.
-Vale. Si quieres hablar de porque...
-Tiene que ver con mi madre y sus matrimonios.
-¿Lo ves? Es por eso. Porque me gusta que me interrumpas, que es... ¡siempre, por cierto! Te quiero porque no pides perdón por ser tal como eres: preciosa, lista, ¡sexy como nadie!
-¡Dan vas a sonrojarme!
-¡Otra razón! No sabes como influyes en mí, y tampoco sabes que te ríes como una niña pequeña, justo así. Y te quiero porque puedes estar conmigo y también ser amiga de alguien como Blair.
-Hago lo que puedo...
-Ya lo sé, y no es fácil. Pero nunca la abandonas, y eso habla de lo increíble que eres.
-Tú también lo eres, por ser capaz de decir todas esas cosas. Eres una delicia. Y te quiero... ¡pero tengo que irme!
-¿Qué, qué pasa esta vez?
-Una de las razones por las que me quieres.
miércoles
martes
sábado
jueves
-Y Annie dijo que hay quien piensa que George Harrison quizá no podía escribir una canción, pero luego escribió "Here Comes The Sun" y dijo que es una de las mejores canciones del albúm "Abbey Road".
-George siempre fue mi Beatle favorito.
-Sí...
-Te aseguro que te quiero como en la canción.
lunes
domingo
- ¿Diga?
- ¿Mamá? Hola, soy yo…
- Ah, hola hija. Qué estás, ¿viniendo para casa?
- Es que verás, buf, no te lo vas a creer… Bueno pues resulta que, el profesor de Geografía nos ha dicho que si queremos subir nota podemos hacer un trabajo que puede subirnos hasta un punto… o bueno no sé si es medio, bueno… el caso es que sube. Y también nos ha dicho que si nos estudiamos los mapas… ¿políticos? de Europa, África, América y Asia, bueno pues que también nos sube, pues otro punto, creo que dijo, no sé… Bueno, pues que como es mucho trabajo, y que además en casa no tenemos las enciclopedias con los mapas éstos ni nada, bueno pues que me voy a quedar en la biblioteca a estudiar los montes de… bueno, los países de los mapas éstos, y que también me quedaré a hacer el trabajo de… bueno, el trabajo de geografía, que bueno, como ya ves que no la llevo muy bien, bueno pues que creo que merece la pena sacrificar la tarde, ¿no?
- Claro cariño. Tú esmérate en hacerlo muy bien, ¿vale?
- ¡Vale, mami! ¡Un beso, hasta luego!
Pi-pi-pi.
- Qué, ¿quién era?
- La niña, que se ha enamorado…