"Para ti, que llegaste de repente y cambiaste el argumento de esta historia y el de mi vida."

jueves

Dos de la madrugada. Noche de San Juan. Una de esas noches memorables, que esperas cada año que lleguen para pasarlo bien, celebrar el fin de las clases y la llegada del verano: una noche mágica. Sin embargo, para mí no fue mágica.
Después de dos horas de beber y reír, notaba el alcohol fluyendo de arriba abajo. Lo notaba palpitar en mis venas. Me sentía eufórica y eléctrica. Tenía ganas de reír, de gritar, de saltar, de cantar… Pero sobre todo, tenía ganas, muchísimas ganas de él. Saqué el móvil del bolsillo y busqué su nombre en la agenda. La respiración se me cortó. ¿Qué debía hacer?. Sabía lo que me jugaba llamándole, sabía que volvería a caer, que otra vez aquello que me había llevado tantos meses esconder volvería a aparecer, sabía que oír su voz sólo me haría daño… Pero aún así, las ganas vencieron mi pequeña muralla. Pi, pi, pi… El teléfono conectó y de pronto… “¿Diga?”. Colgué. Sólo había sido una palabra. Un segundo. Pero ya había conseguido hacer que mi corazón acelerase aún más el ritmo. Guardé el móvil en el bolsillo y di un trago más del vodka con limón que sostenía con la otra mano.
Y de repente allí estaba. Quieto, frente a mí, y sujetando el móvil a la altura de la oreja. Y, oh Dios, estaba tal y como le recordaba. Su pelo estaba un poco más corto y oscuro, pero seguía manteniendo aquellos divertidos bucles trigueños. Había crecido un par de centímetros e incluso su cara parecía más adulta. Y sus ojos… aquellos ojos azules que me miraban con incertidumbre. Por un momento ambos nos quedamos quietos. Yo no sabía qué hacer, qué decir, cómo actuar… Fue él quien tomó la iniciativa. Avanzó hacia mí y se paró apenas unos centímetros cerca de mí. Noté como mis ojos se empañaban en lágrimas. Intentaba contenerlas. No podía llorar, tenía que ser fuerte. Pero no lo fui. Solté el vaso y me llevé las manos a la cara. Y comencé a llorar, no sé muy bien por qué, pero lloré como nunca antes… Oí como su respiración se aceleraba y entonces, con dulzura, apartó mis manos, me agarró el rostro con ambas manos y, por primera vez en diez meses me besó. Y fue el mejor beso de toda mi vida. Me dejé llevar, me perdí en aquel beso, en nuestro beso, bebiendo de él. Me abrazó con fuerza y yo le acaricié el pelo, enterrando los dedos en sus rizos. No puedo describir cómo me sentí.
Pero él se separó, se separó con brusquedad y sequedad. Se dio la vuelta, dándome la espalda.
-Esto es todo lo que puedo darte. No esperes nada más de mí. Deberías haber entendido que nunca seré tuyo.
Se giró para mirarme por última vez, me miró con sus ojos azules, y por primera vez, no vi en ellos la belleza que siempre había creído ver; lo que vi fue que, aquellos ojos azules, no estaban dispuestos a estar a mi lado, nunca.

3 comentarios:

  1. Life´s hard.. and wonderful.

    te quiero Ire, tú puedes

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  2. Nunca digas nunca.
    Algun día se arrepentira y entonces podrás decir eso de "quien rie el último rie mejor".
    Y se quedara sin probar el Koala!

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