"Para ti, que llegaste de repente y cambiaste el argumento de esta historia y el de mi vida."

sábado

Allí está ella, sentada como de costumbre, con las piernas recogidas, abrazadas. La cabeza apoyada sobre las rodillas y el pelo, cayéndole por ambos lados de la cara. Está sola en al habitación, no hay nada ni nadie junto a ella. Doy un paso, y ella se gira para mirarme. Cuando mis ojos se encuentran con los suyos, me sorprende el abanico de sentimientos que se acaba de abrir ante mí. ¿Cómo una persona que, exteriormente, es divertida, alegre y segura de sí misma, puede parecer de repente tan frágil, tan infeliz? Sus ojos están enrojecidos, como si hubiera estado llorando, sus mejillas húmedas, aún con el rastro de las últimas lágrimas, y en sus labios, no está ni tan siquiera la sombra de esa sonrisa suya. Me pregunto, ¿qué es eso que la hace sentirse tan desgraciada? ¿Qué es lo que la atormenta? ¿Cómo puedo yo ayudarla? La respuesta no la conozco. De repente ella se levanta, y me doy cuenta, de lo pequeña que parece, de cómo sus brazos y sus piernas están temblando, y de cómo de sus ojos, comienzan a caer unas pequeñas lágrimas. Intento acercarme a ella, pero es como si me repeliese, como si no quisiera que alguien la abrazase. Entonces me doy cuenta, de lo que ocurre, me doy cuenta de que ella, esa persona que siempre creí que era fuerte y feliz, no es más que una niña que busca tener un motivo para seguir sonriendo, que busca con ansia esa felicidad. Y, cómo si nunca hubiera ocurrido, vuelvo a estar dentro. Y me veo a mí misma, sóla, en esa habitación, sin nadie a mi lado, y me doy cuenta de lo débil que soy, de lo infeliz y desgraciada que me siento. Y la única solución que me queda, es levantarme cada día, y sonreír, aunque por dentro no sea así. A veces es mejor ocultar cómo te sientes en realidad antes que enfrentarte a un mundo que espera a que te sientas débil para echarse encima de ti.

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