jueves
sábado
martes
miércoles
lunes
domingo
miércoles
sábado
miércoles
Adiós. La palabra con más dolor, más pena, más sufrimiento que nunca nadie te puede decir. Adiós. Yo no quiero decir adiós a nadie, por que decirlo supondría que esas personas desaparecerían de mi vida, y yo no quiero que eso pase. Quiero decir adiós al pasado, decir adiós a lo malo, a lo que nunca fue. Y con este adiós, me quería despedir también de la ciudad en la que vivo. No me duele decirle adiós, es una decisión que tenía que haber tomado hace dos años, pero supongo que fui demasiado cobarde. Pero ahora me he dado cuenta, tengo que hacerlo. Tengo que decirle adiós a Vigo, la ciudad en la que llevo viviendo diez años, no la ciudad que me vio nacer, que fue Coruña, y que siempre la llevaré en el corazón como una de mis ciudades favoritas. Pero Vigo no. Vigo ha sido mi infierno personal desde los nueve años. En Vigo me han maltratado durante meses, impidiéndome así acostumbrarme a mi primer año lejos de mi vida, Vigo me ha traido todas las despedidas más dolorosas de mi vida, Vigo me ha traído los peores momentos vividos con mi padre, Vigo me ha traído el primer amor, pero también el más doloroso. Son recuerdos, ya pasados, pero que guardaré bajo llave dentro de mí. Porque ha llegado el momento de decirle adiós a una ciudad que durante diez años, lo único que ha hecho ha sido traerme dolor. Y por eso, pase lo que pase, de ahora en adelante, espero que decir adiós, suponga el comienzo de algo nuevo y feliz para mí. Adiós Vigo.
jueves
miércoles
viernes
Cuando se hizo de noche, y empezó la fiesta, las risas, la bebida, la música, casi me había olvidado de todo. Había olvidado el dolor, las lágrimas, las palabras feas, las negaciones. Sólo me importaba el momento, disfrutar, olvidarme de él. Y supongo que hubo alguien que tuvo mucho que ver. Cuando se acercó a mi y me agarró la mano no pude evitar sentir miedo. Miedo de volver a sufrir, miedo de que me hiciesen daño otra vez, miedo al rechazo, miedo a las lágrimas, miedo a sentir que nunca nadie me iba a querer.
- Qué guapa estás.
martes
Por primera vez en mi vida me encontraba en esa situación. Y no sabía qué hacer. Era algo nuevo para mí. Ahora era yo la que podía acabar con todo, la que podía hacerle daño, la que podía irle rompiendo el corazón en miles de pedacitos sin ninguna pena. Pero no estaba segura de si aquello era lo que quería. Quizás porque ni yo misma estaba segura de lo que sentía.
Miré el reloj: las cinco y cuarto. Habíamos quedado a las cuatro, y yo no me había atrevido a entrar en la cafetería. Pero él seguía allí, sentado en una mesa junto a la ventana, con su vaso lleno y mirando el reloj a cada minuto. Ni una llamada, ni un mensaje. De vez en cuando miraba por la ventana, miraba su teléfono…
Sabía que me estaba portando mal. Sabía que le estaba haciendo daño. Pero de alguna manera quería que pagase todo el daño que el me había hecho a mí. Pero yo no soy tan fuerte como él. Cogí el móvil y marqué su número. Vi como cogía el teléfono y se quedaba mirando a la pantalla. “No contestes, no contestes, no contestes…"
- ¿Dónde estás? –noté la ansiedad en su voz.
- Oye, perdona pero me he retrasado y no voy a poder ir, ¿que te parece si lo dejamos para cuando vuelvas?
Vi desde el otro lado de la calle como se levantaba y miraba al exterior. Y supe que me miraba a mí.
- No me hagas esto, por favor. No quieres hacerlo, no puedes hacerlo.
Tragué saliva y miré hacia la cafetería. Y por más que luchase, que me resistiese, que negase aquello, no pude evitar que mi corazón volviese a dar un vuelco al sentir aquella angustia en su voz.
- Lo siento, pero no quiero que vuelva a pasar, te perdí una vez, y no creo que fuera capaz de soportar perderte una segunda…
- No me vas a perder. Te lo juro.
Las lágrimas invadieron mis ojos y me di la vuelta, evitando que él me viera. Le oí respirar con angustia al otro lado del auricular.
- Escúchame, aunque sólo sea para que pueda decirte lo que quiero, ¿vale? Escúchame una vez y te prometo que desapareceré para siempre.
No fui capaz de contestar, y me quede en silencio, mientras dos lágrimas rodaban por mis mejillas.
- Estoy acabado, ya no sé que hacer, he intentado por todos los medios no sentir lo que siento, porque sé como va a acabar, porque sé que la jodí, la jodí y mucho, y porque sé que no me merezco a alguien como tú. Pero quiero que sepas, que te quiero. Y que aunque te duela decirlo tú también me quieres. Por más que te hagas la dura, e intentes fingir que lo que ha pasado no ha significado nada, sabes que me quieres, y que eso que algún día sentiste por mí sigue en alguna parte de tu corazón. Pero también quiero que sepas que no me importa, y que esperaré, esperaré a que estés preparada para afrontar tus sentimientos, como ya lo estuviste una vez, y cuando seas capaz, yo estaré aquí, porque te quiero, y porque estoy harto de que me duela.
Finalizó la llamada, pero no pude despegar el auricular de mi oído. Me quede quieta, en el mismo sitio, llorando, sintiendo como la muralla que había construido en torno a mi corazón se derrumbaba. Cuando noté unos brazos agarrandome por la cintura, no me hizo falta darme la vuelta.
- Estaré aquí mismo, siempre, a cualquier hora, cualquier día, pase lo que pase. No me voy a ir nunca más.
sábado
miércoles
¿Sabes a que me recuerdas? A una canción. A una de esas canciones que se te quedan marcadas para siempre, y aunque pases 20 años sin escucharla sigues acordándote de la letra. Una de esas canciones con teclas de piano sonando lentamente pero que poco a poco van cogiendo impulso para acabar siendo apoteósicas. Esas en la que cada palabra es más bonita que la anterior y las oraciones más complejas no suponen ningún problema. Una de esas canciones tristes y bonitas a la vez, una de esas canciones con historia, a veces mejores, a veces peores, pero una de esas canciones que siempre recuerdas. Eres como la canción que sale la primera en aleatorio, y que por más que repitas una y otra vez, aparece siempre la primera para que no la olvides. Esa que hace que se te empañen los ojos, que hacen que tu pelo se ponga de punta y que el corazón acelere el ritmo. Eres una de esas canciones que encuentras sólo una vez en la vida.
viernes
Lo reconozco: me descolocas. No sé como lo haces, pero me rompes en mil pedacitos, y me obligas a recomponerme en dos segundos para volver a destrozarme entera. Que cada fibra de mi cuerpo tiembla cada vez que me rozas, y que, llámame loca, pero leo tu nombre en cada una de las estrellas de mi techo. Que sí, que estoy loca, que se me va la cabeza, que pierdo el sentido cuando se trata de ti, que no respondo, que podría dejarlo todo si tú me lo pidieras, que iría al fin del mundo para estar a tu lado. Lo reconozco, eres más fuerte que yo, ¿y qué? El día que destroces mi mundo, que lo dejes todo, que me quites todo lo que tengo dejaré de intentar conseguirte.