Todo empieza en el silencio. El origen de todo está en el
silencio. En ese momento en el que no escuchas más que tu respiración, más que
el latido de tu corazón, el temblor de tus manos. El silencio es el comienzo de
todo.
Al silencio le sigue un movimiento, un pequeño y mínimo
movimiento. Un gesto, un roce, una caricia, un parpadeo, un susurro… Un detalle
que, al cabo del tiempo, sólo tú recuerdas.
Tras ese primero movimiento, viene la expresión. Llega la
sonrisa. La sonrisa de una persona. La sonrisa de esa persona. La sonrisa de
una persona es su firma, es su sello, es su identidad. La sonrisa de una
persona nunca cambia. A veces es una sonrisa feliz, otras una sonrisa de
resignación, otras una sonrisa de fingir. Pero esa sonrisa, es la firma de que
una persona será siempre ella misma.
Tras la sonrisa, llegan las palabras. Nunca son las mismas.
Van desde un saludo hasta un nombre. Y siempre acompañadas de un contacto. Un
apretón de manos. Un rápido abrazo. Un par de besos en la mejilla. Empieza el
peligro.
Después del silencio, después del movimiento, y después de
la sonrisa, ya lo sabes. Quizás no estás seguro. Quizás lo estás. Quizás lo
sientes. Quizás lo empiezas a sentir. Pero, en ese silencio, en ese movimiento,
en esa sonrisa, está el origen. En todo esto está el origen del primer amor.